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9-M Día mundial de la tortilla

No sé quién decide lo que toca celebrar cada día, como funciona el negocio ni quien hace el dinero… Pero no hay día sin celebración ni algo que merezca ser celebrado sin su día internacional. Tras el hipercelebrado y cansino 8-M, el 9 de marzo es el día internacional de la tortilla. No me pidan nada más. No tengo más información ni creo que merezca la pena indagar.

Sé tan poco que ni siquiera puedo asegurar que el protagonismo sea para nuestra tortilla de patata, conocida también como española, o incluye cualesquiera otras. Si aspira a ser internacional debería meter en la sartén a la francesa, que para los franceses es solo tortilla; a la noruega, de cuyo origen nórdico dudo -me suena a invención francesa-; o a las mexicanas de maíz u otros cereales, que nos consta que existen y que se llaman tortillas, pero solo tienen en común el nombre con las otras.

Ciñéndome a la de patatas se puede decir que es un plato sencillo que combina cuatro ingredientes básicos: patata, huevo, aceite y sal; y un sinfín de ingredientes opcionales que, para algunos, mejoran el producto final y para el resto se lo cargan. Comunes son cebolla pochada, pimientos variopintos, chorizo, chistorra y embutidos similares y, en el norte, las he visto con jamón y queso; he oído hablar de la paisana… Supongo que en otros lugares harán sus aportaciones. Sola o acompañada, sirve tanto para un desayuno como para cenar; de aperitivo, comida, merienda o tentempié. Los momentos de gusa se llevan mejor con un pincho de tortilla.

Hablamos de una tortilla española, no japonesa. Es decir, los ingredientes tienen que estar cocinados. Los huevos bien batidos y mejor cuajados; las patatas cocidas, estofadas o fritas; el aceite de oliva bastante caliente y la sal echada sin miedo antes de meter el revoltijo en la sartén. Todas las tortillas son aceptables, aunque no necesariamente gusten a todo el mundo. Incluso la deconstruida se puede considerar tortilla. La única impresentable -que ni de hecho ni de derecho sería tortilla- es la que deja crudas las patatas o el huevo.

Este de la tortilla debe ser de los pocos feudos que quedan donde se aceptan todo tipo de variedades mientras se respeten los cuatro ingredientes básicos. Reconforta saber que queda algo en lo que lo importante no es lo que una crea que es sino lo que una sea.

Existen tantas tortillas como pueblos; en realidad, hay tantas tortillas como cocineros, pero en algunas zonas geográficas coinciden en los ingredientes variables que añaden a los básicos. Como Carlos Moran predica del matrimonio, dos tortillas pueden parecer iguales, pero no son lo mismo. Cada una es diferente. Se organizan competiciones y concursos. Todas serán tortilla, pero las hay buenas y malas, mejores y peores, y hasta deliciosas. El truco es encontrar los puntos a las patatas,  a los huevos y el de la sal. Hasta la temperatura cambiante del aceite es clave. Sin embargo, quien presuma de cocinar la mejor tortilla del mundo o de lo que sea solo hace gala de ser altanero y mendaz.

Anecdótico puede parecer que, de hecho, la tortilla de patata es un nexo entre los distintos pueblos de España. En Cataluña es de las pocas cosas que quedan que hasta los indepes apelan a su españolidad sin vergonya ni complejos ni reivindicaciones lingüísticas. En euzkera se le conoce como tortillako patatoak, aunque en realidad allí le dicen tortilla. Y los gallegos se refieren a ella como tortilla de patata a la gallega o, también sencillamente, tortilla.  

¡Feliz día de la tortilla!