Los periodos de gobierno socialista previos murieron dejando la economía hecha unos zorros. Este tercero va por el mismo camino, pero todavía es incierto qué va a acabar antes, si el Gobierno o la economía…
¡Tranquilidad! La experiencia enseña que siempre acaba antes el Gobierno que la economía porque, en realidad, solo una parte de ésta depende del Gobierno. Hay muchos espacios que un presidente y cuarenta ministros no llegan a destrozar, ni aun se lo propongan.
No digo que vaya a pasar ni se me ocurre cómo sería factible, pero es posible que Sánchez consiga labrar una tercera legislatura. Aun entonces no habría que desesperar. Los más viejos recordarán que Felipe González cayó porque ni él ni sus socios pudieron soportar el deterioro económico e institucional de su agónica tercera legislatura. Se mire como se mire, González era mucho más potente y mejor que Sánchez y sus socios -los catalanes de CiU- eran mucho más razonables, prácticos y respetuosos con España que los de Sánchez.
La última ocurrencia de los propagandistas de la Moncloa es hacerle mitinear al presidente que su equipo es el de la buena gestión -el equipo rojo- que se enfrenta al del insulto y el catastrofismo. Sus estrategas quieren un aparente cambio de bando, pues hasta ahora el Sánchez del “no es no, ¿qué parte…?” era el campeón de los insultos.
Y lo sigue siendo… Con ese mantra del equipo de los buenos -los que gestionan bien y no insultan a los rivales-, falta al respeto de los votantes del PP y Vox. Es lo normal, pero apuesto un buen pincho de tortilla a que, antes de que empiece la campaña oficial de las autonómicas, descalificará e insultará a su siniestra, la extrema izquierda. ¡Es quien le disputa el terreno electoral!
Supongo que personas de buena fe se dejaran engañar otra vez por el mismo mentiroso. Dirá que su buena gestión viene avalada por la mejora de la previsión de crecimiento del PIB que ha anunciado hoy el FMI. Y se olvidará que ha rebajado cuatro décimas a la del 2024…
No hay que juzgar la gestión por datos puntuales. Lo relevante es que nuestro PIB no se ha recuperado aun de la mala gestión económica de la pandemia y seguimos pendientes de que la pujanza del turismo internacional nos devuelva lo birlado. Eso sí, sin haber cambiado el modelo de nuestra principal industria que, como sabemos desde hace años, derrocha los recursos y es perverso para el medio ambiente. Y la propia industria tendrá que cambiarlo impulsada por otros gobernantes de otro tipo, estilo y calaña.
Yo prefiero analizar la gestión del Gobierno a través del PIB planteando -sin contestar- la pregunta del millón: ¿cómo habría evolucionado nuestro PIB con un Gobierno menos intervencionista, errático y erróneo; sin la voracidad fiscal que destroza la capacidad de ahorro y desequilibra la economía hacia el sector público, menos eficiente que el privado; y que se hubiera propuesto apoyar -y no demonizar- a empresas y empresarios de cualquier tamaño? ¿Y qué previsión de crecimiento nos hubiera dado hoy el FMI?
Habrá quien, en contra de toda evidencia, pensará que este Gobierno ha ejecutado una gestión eficaz contra la inflación porque el IPC de marzo se quedara en el 3,3%. A ellos les propongo un par de consideraciones.
1ª El dato de marzo está muy afectado a la baja por un componente estadístico. Compara con el 9,6% de marzo de 2022. Se puede interpretar como una rebaja sustancial, pero da una perspectiva más real sumar los dos datos: entre el 1 de marzo de 2022 y el 31 de marzo de 2023 (13 meses) hemos sufrido una inflación del 13%. Concuerda mejor con lo que todos constatamos al adquirir bienes y servicios.
2ª El buen dato del IPC de marzo no obsta para un pésimo comportamiento de la inflación subyacente (7,5%), la que descarta los alimentos no elaborados y la energía. En el índice estadístico, la fuerte reducción (relativa) de los precios de la energía compensa con creces el obvio incremento en los alimentos, pero es incapaz de frenar la subida generalizada del resto de los precios.
Como constatamos a diario, la inflación sigue siendo galopante.
El tercer gran indicador para juzgar la gestión de un equipo de Gobierno es la evolución del empleo, el paro y sus intríngulis. En este terreno ocurre lo mismo que con la inflación: los buenos datos estadísticos chocan con una realidad constatada llena de dificultades para crear y encontrar empleos. Peor aún: ocurre lo mismo que con las encuestas del CIS. ¡No hay quien se las crea! Están trucados. Por la cara, se consideran empleados a personas que no están trabajando. No a unos miles sino a cientos de miles… Además de las estadísticas oficiales, lo único que indica que se estén creando puestos de trabajo es la disparatada y costosísima oferta pública de empleo.
¡El equipo rojo, el de la buena gestión!