La decisión de Ferrovial de emigrar no es caprichosa ni ventajista. Su objetivo es tener acceso a los mercados financieros que pueden reconocer el valor de sus activos y su estrategia de crecimiento.
Para las matemáticas, un ángulo es la amplitud del vértice, medida en grados, que forman dos líneas rectas al cruzarse. Hay otros, pero si tienen menos de 90 grados son agudos; entre 90 y 180, obtusos y los que llegan a 180, llanos. Es una mera clasificación sin juicio de valor. No son mejores ni peores porque todos, por el mero hecho de ser, cumplen su función.
Aplicada esta clasificación al pensamiento, si hay mejores, peores y calamitosos. El pensamiento llano es la negación del pensamiento. Ni aporta ni resta. Se podría prescindir de él sin que afecte a nada ni nadie. El análisis y la reflexión resbalan por un pensamiento llano. Reflejo casi perfecto de pensamiento llano es la declaración de Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno, sobre la decisión de Ferrovial de emigrar a Holanda: “espero que la ministra de Economía tome las medidas que sean menester”.
Pero la ministra de Economía carece de medidas menesterosas. Y de competencia ante decisiones empresariales soberanas. Haciendo gala de pensamiento obtuso, Calviño afirmó haber llamado a capítulo a Rafael del Pino, presidente de Ferrovial, para afearle su decisión –“¡es inaceptable!”, espetó ante las cámaras de televisión- y recordarle que “Ferrovial le debe todo a España”.
Será que la ministra Calviño no conoce bien a Ferrovial porque piensa que es aquella empresa del siglo pasado, constructora de caminos, canales y puertos y concesionaria de autopistas de peaje. La Ferrovial de estos años veinte apenas debe a España una séptima parte de sus ingresos. Y ese debe no tiene el mismo significado que el que usó la ministra. La molla de su negocio radica en Estados Unidos y otros países anglosajones.
El pensamiento obtuso es tan abierto que abarca poco. Por su forma, no entra en nada ni sirve para penetrar en los problemas. El pensamiento obtuso cree que la decisión de Ferrovial busca una fiscalidad favorable a la compañía o a sus principales accionistas. Eso es lo que se llama un “a más y mejor”, pero que existan eventualidades fiscales beneficiosas no hace que sean la causa de la decisión.
Que yo sepa, Holanda es un país que se toma muy en serio la fiscalidad y las obligaciones personales, corporativas y públicas. Tanto o más que España. ¡A su manera, claro! Como nosotros lo hacemos a la nuestra, que, me temo, no parece tan seria. Desde la óptica del contribuyente, no hay duda de que las autoridades holandesas gastan el dinero de los impuestos con mucha más diligencia y respeto que las nuestras. Dicho de manera sencilla, su manera es gastar lo que ingresa el Estado, manteniendo impuestos competitivos y, por supuesto, sin generar déficit público. La manera nuestra es aumentar los impuestos y la deuda pública para pagar los gastos que nuestras autoridades tienen a menester. Alguna diferencia debe reflejarse en la fiscalidad…
El pensamiento agudo es penetrante, capaz de llegar al fondo de las cuestiones y, por ende, conocerlas en profundidad. Es el pensamiento exigido a empresarios y directivos de grandes empresas, que cuentan sus accionistas por millones y que se deben a ellos, sean de donde sean y paguen sus impuestos donde los paguen. Cuando alguien con agudez de pensamiento llega a una conclusión no hay ministra de Economía que le cambie el parecer.
Ferrovial pretende poner en valor sus activos y su estrategia de crecimiento en el sector de las operadoras de infraestructuras. Por estos pagos, hasta la ministra de Economía le considera una concesionaria que depende del Gobierno para recibir o renovar sus concesiones. Cotizar en Estados Unidos permite llegar al dinero mollar de los americanos; quedarse en España le supondría conformarse con la inversión marginal con la que los fondos diversifican sus riesgos.
Pensamiento agudo es conseguir que sea compatible cotizar en Amsterdam y en Nueva York sin recurrir a los ADR (Certificados Americanos de Depósito), que solo reflejan en Wall Street la cotización de la bolsa española. En Holanda han sabido solucionar este problema, pero aquí se presenta como irresoluble. Si quieren que sus acciones se valoren y coticen en Nueva York, las empresas españolas están obligadas a emigrar.
Pensamiento agudo es intentar comprender las decisiones meditadas, aunque sean de otro, porque quizás no sean tan “inaceptables” y quizás pueda hacerse algo para evitarlas. Es ponerse a levantar impedimentos o recapacitar sobre la política fiscal propia y su relación con la seguridad jurídica. No cuela aducir que empresas y fondos extranjeros invierten en España porque su sede social estará, probablemente, en Amsterdam y porque la legislación española es benévola con los foráneos y malévola con los nacionales.
Pensamiento agudo es calibrar las consecuencias de exprimir con impuestos a los sectores económicos cuando las cosas les van bien. Saber que los empresarios tienen su corazoncito; que son sensibles a la consideración social de ellos y sus empresas, mediatizada por las declaraciones y las actuaciones del propio Gobierno. Y qué decir de esos “ricos” a los que se les exige hacer patria con sus impuestos a la vez que se les difama, se les tilda de salvajes, se les escupe cuando hacen donaciones y se les pone en la diana populista.
Por último, tengo la impresión de que el pensamiento obtuso está descartando con demasiada ligereza que otras compañías españolas -las más grandes- tomen decisiones parecidas. Hay candidatas en condiciones al menos similares a las de Ferrovial. Si quedara algo de pensamiento agudo en nuestras autoridades se pondría, de inmediato, a prever esas decisiones, a compensar o a eliminar los debes y a mejorar las condiciones de mantener las sedes sociales de las grandes empresas en España.