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La pesadilla de las pensiones

Las peores pesadillas son las que, tontas o no tan tontas, te desvelan cada cinco minutos y se repiten y vuelven a repetirse y solo te dejan tras una ducha larga y reconfortante… Son agotadoras.

Como agotado te deja contemplar la deriva repetitiva hasta el hastío de este Gobierno. Su capacidad para horadar la convivencia ha superado las malas expectativas que despertó aquel nefasto día en que lo mal parieron entre engaños y mentiras. Cada mañana, cada hora, este Gobierno presume de unos grandes logros que solo son grandes fraudes. Los triunfos que se atribuye son falsos o enquistan y son logrados a costa de la estabilidad económica, del consenso político o la convivencia social.

Con su discurso de odio envidioso presumen de haber conseguido que los ricos paguen las malas derivadas de la pandemia, la guerra de Rusia y la inflación. Se podría añadir “y las de su desgobierno, ¿qué?”. ¡Pero no! Los ricos nunca pagarán por su riqueza en la misma proporción que los pobres sufren su pobreza. Es imposible. Ni, en mi opinión, debiera ser así. Llaman ricos a personas corrientes que toda la vida se han considerado, y a mucha honra, la clase media. Gente de bien que ve acercándose a esa indeseable condición de pobre. Pero, además, ninguna medida gubernamental ha aplacado los daños de la pandemia -aún seguimos con el PIB por debajo del año 19-, de Rusia o de la inflación…

Si me permiten una digresión, se podría argumentar que el más rico de los que habitan en España se llama Pedro Sánchez. Nuestros billioners viven muy bien, pero su dinero les cuesta. Sin embargo, este presidente de este Gobierno -la manera de vivir no viene con el cargo- vive en un palacio ajardinado cual marajá, se mueve en private jet con toda la parafernalia de seguridad como el mayor de los potentados y gasta (dinero ajeno) como un manirroto de fortuna fácil. ¡Y no le pesa la conciencia! Eso sí que es un lujo…

Lo último que nos quiere vender este Gobierno es que ha llegado a un pacto consigo mismo para reformar el sistema de pensiones. Manda narices, pero quiere que celebremos con ellos que han sido capaces de ponerse de acuerdo… Sin embargo, lo que importa es que las pensiones se sostengan en ingresos recurrentes y razonables.

Aún no han explicado en qué consiste su reforma, aunque la aportación de Escrivá y la vicepresidenta Díaz es buscar la sostenibilidad esquilmando el bolsillo de empresarios y autónomos. Hace meses anunciaron -y ejecutaron- una subida de las pensiones cuyo efecto primordial fue hacer el sistema más insostenible; los pensionistas cobran más, pero con más dudas sobre la durabilidad de sus pensiones.

Esta semana han anunciado, por un lado, una nueva fórmula de cálculo de las pensiones que, salvo excepciones, beneficiará a los pensionistas -más insostenibilidad- y, por otro, subidas generalizadas de las cotizaciones de empresarios (90%) y de los trabajadores, que correrán con 1/10 parte de la subida total. Y todo ello sin mostrar cálculos que demuestren que los ingresos y los gastos acabarán equilibrados en algún momento de este siglo o el venidero.

Seguro que muchas empresas pueden estrechar sus márgenes sin mayor daño, pero este Gobierno no parece consciente del negro futuro que amenaza a muchas con cuentas de resultados ajustadísimas y a millones de pymes y autónomos que viven al día. Que paguen los ricos y las empresas es un buen eslogan, pero acaba en que los platos -que ellos rompen- sean pagados por los empleados. La obligación del empresario es tomar decisiones razonables y razonadas; cuando los márgenes se estrechan o dejan de existir frenan las contrataciones, empiezan los despidos y vienen la quiebra y más pobreza colectiva.

Esto, hasta donde hoy conocemos, no es una reforma del sistema sino una profundización en los desequilibrios. Basta contemplar cuatro realidades bien sencillas:

1ª Las pensiones no son dádivas discrecionales del Gobierno. Son derechos derivados de las cotizaciones pagadas por el empleador y el empleado durante los años de vida laboral. Deberían ser un cálculo matemático con las mínimas correcciones posibles en favor de la justicia social.

2ª Los poderes públicos -la Administración y el Gobierno- deberían ser meros gestores del sistema, que es fruto de la relación entre empleadores y empleados. Como ocurre en otros países podría ser administrado por ellos o por sus representantes, sin que el Gobierno meta mano.

3ª La sostenibilidad solo puede venir de la adecuación de las pensiones a los ingresos. No al revés. Nadie está proponiendo que no crezcan, sino que lo hagan de manera sostenible; es decir, por el crecimiento del número total de cotizantes, no de las cotizaciones por empleado. En otras palabras, por la creación de empleo.  

4ª Crear empleo privado -y público, de manera indirecta- es consecuencia de la capacidad productiva de las empresas privadas, entendiendo por “capacidad productiva” generar más recursos que los que utiliza. O sea, la no fácil tarea de conseguir que 2+2 sean 5. Si los poderes públicos quieren crear empleo deben facilitar las condiciones para que las empresas aumenten su capacidad productiva.

Sin embargo, incrementar la aportación empresarial para subir las pensiones consigue el efecto contrario. Disminuye la capacidad productiva de las empresas. Acudir a los márgenes empresariales para justificar la subida de las cotizaciones es una falacia -esos márgenes existen en unos casos y en otros no- y tiene un efecto destructor del empleo. Es lo que se conoce como remar en contra; es este caso, de la legitima aspiración de unas pensiones que ayuden mejor a soportar los desmanes del Gobierno.