El colapso del Silicon Valley Bank y la intervención del Signature Bank han desatado los nervios y despertado la memoria de los inversores que recuerdan con espanto la crisis de 2008. Para no entrar en pánico es bueno un poco de Valium y, mejor, entender los mecanismos del sistema financiero que, aunque parezcan complejos, en realidad son simples como un ocho.
Como si no hubieran escuchado a Biden, entre el viernes y el lunes muchos inversores corrieron a vender sus acciones bancarias desplomando el valor, sobre todo, de los bancos pequeños y medianos. En la bolsa española, las acciones del Banco de Sabadell fueron las que más sufrieron, sin que hubiera causa conocida más allá de su mediano tamaño o su relativa especialización en empresas. Hoy, martes, los precios han subido, pero mañana, ¿quién lo sabe? Las bolsas son mercados nerviosos. En el corto plazo, las acciones bancarias son ya coto de pescadores de aguas revueltas; a medio, dependerá de que el control de daños de estas pequeñas quiebras sea efectivo.
¿Por qué los problemas de unos banquitos californianos afectan a entidades gigantescas, y muy diferentes, de Europa o Asia? La explicación inmediata es el miedo inevitable a que otras entidades, aunque sean diferentes, sufran también de iliquidez. No hay banco, pequeño o grande, que pueda soportar una retirada masiva de depósitos. La estampida en el Silicon Valley Bank fue provocada por rumores de dificultades inciertas y confusas. Le puede pasar a cualquiera.
Una explicación de más alcance es otro inevitable miedo a la interconexión del sistema financiero. En la crisis de 2008, hipotecas mal dimensionadas y peor concedidas por banquitos americanos fueron revendidas en cachitos y compradas en aluvión por monstruos de la inversión. El impago de estas hipotecas subprime (de riesgo superior al medio) acabó poniendo en jaque al sistema mundial, matando a bancos otrora poderosísimos y acorralando a países endeudados con excesiva alegría (como el nuestro). La interconexión del sistema financiero es tan beneficiosa en tiempos de calma como peligrosa en las tempestades.
Los nervios se calman con tranquilizantes y, en este caso, ninguno es más eficaz que la buena información. Silicon Valley Bank estaba enfocada en clientes tecnológicos, pero que invertía los depósitos de sus clientes en bonos del Tesoro americano, que son considerados como la inversión de referencia y más segura del mundo. Sin embargo, esta mala experiencia vuelve a demostrar que hasta la inversión más segura no está exenta de una buena gestión del riesgo.
Es habitual que los bonos se vendan antes de su vencimiento. En ese caso, hay que meter en la ecuación del riesgo el comportamiento de los tipos de interés. Me explico con un ejemplo: si el Tesoro emite hoy bonos de 100$ a un año y al 4%, para vender uno antiguo del mismo importe y vencimiento, pero con un 2% de interés, hay que bajar el precio en algo más de 2$. Es decir, el bono que el banco compró por 100$, tiene que venderlo a menos de 98$ para compensar a un comprador eventual los 2 puntos de menor rentabilidad. Y registrar en sus cuentas la pérdida correspondiente.
Como suele ocurrir en las quiebras financieras el dinero desaparece, pero nadie roba a los clientes. Simplemente, la venta precipitada y obligada de bonos del Tesoro ha provocado pérdidas en la cuenta de resultados del Silicon Valley Bank. No ha habido fraude, sino una mala gestión, que parecía conservadora cuando en realidad era muy arriesgada.
La estrategia no es sorprendente. Y el trompazo tampoco. En el mundo de la inversión, cualquiera ha sufrido en sus carnes algún socavón provocado por la renta fija, aunque se diga fija y parezca segura. Lo obvio es que en este caso ha habido un fallo de regulación, control o supervisión. En Estados Unidos, gracias a un insensato Donald Trump, los bancos medianos y pequeños quedaron fuera de la estricta regulación que se impuso a los grandes tras lo aprendido en 2008.
En Europa, podrían producirse problemas similares. Los bancos “no sistémicos” quedaron fuera también de esa regulación estricta y del control del BCE por los lloriqueos de los propios bancos “sin importancia sistémica” y la complicidad de gobiernos insensatos que no pillan, ni por las malas, las implicaciones de la interconexión mundial del sistema financiero.
El Euribor también a la baja
Por otro lado, se empieza a hablar de una relajación en la subida de los tipos de interés de la Reserva Federal y el BCE. El bajonazo del Euribor parece indicar que los bancos manejan esa perspectiva. No obstante, los bancos centrales llevan meses subiendo los tipos muy conscientes de los daños colaterales directos en la banca o indirectos al endurecer las condiciones financieras de particulares y empresas y el riesgo de morosidad.
Los que no se enteran son la señora Calviño y el Gobierno de colisión que han decretado un impuesto extraordinario a los bancos por los beneficios que les llueve por la subida de los tipos de interés…
No es descartable que estos incidentes de los pequeños bancos californianos -ojalá, se queden en incidentes- lleven a moderar las subidas de tipos. Los bancos centrales no van a renunciar a su propósito de frenar la velocidad de sus economías, sobrecalentadas como motos; pero tampoco, digo yo, se trata de parar las motos sembrando la carretera de muros de hormigón.