Al parecer, The White Lotus es la nueva serie de culto. HBO ha estrenado dos temporadas, con la peculiaridad de que la trama y los personajes cambian de una a la siguiente. Solo he visto la primera y, me temo, voy servido.

El núcleo común son los avatares de las vacaciones de un grupo de turistas sui generis en una cadena de resorts de lujo (la temporada 1 transcurre en Hawai y la 2 en Sicilia), que se complican con las extravagancias de personajes del staff hotelero. Los adoradores de la serie esperan como agua de mayo la temporada 3.
Como no quiero caer en los mismos errores de la película intentaré ser comedido en mi crítica.
Pretende ser una comedia graciosa. Consigue algunos golpes y situaciones hilarantes, pero destila una amargura que, desde mi punto de vista, le acerca más a una tragicomedia insoportable en la que los personajes están caracterizados al extremo. Tanto como para ir dando frecuentes saltitos hacia adelante con el mando a distancia.
Los autores del teatro clásico escribían sus obras con ánimo moralizante. Por eso caricaturizaban a los personajes sin matices. Hacer lo mismo -personajes "puros"- con el mismo ánimo resulta primitivo veintiún siglos después. No usar los medios técnicos del cine actual para matizar los personajes, sino para su caricaturización extrema solo puedo acabar en bodrio, por gracioso que sea.
La moralina se quiere inocular ridiculizando comportamientos y actitudes modernillas, que ya son tópicos. Ser políticamente correcto ya está desfasado, pero tanto como pretender no serlo… Para ocultar la lección moral (legítima) que nos quiere trasmitir, el director ridiculiza todos los comportamiento, actitudes e ideas de todos los personajes. No se salva nada ni nadie. Y todos -personajes, comportamientos y actitudes- son tratados con crueldad, la peor aproximación, pienso yo, para alcanzar esa
pretensión moralizante.
La crueldad que se aplica a los personajes, la sufren también los espectadores. Hay demasiados diálogos y escenas con una explicitud innecesaria, desde cualquier punto de vista. ¡El guion no lo exige!, como hubiéramos dicho en los felices años del destape. ¿De verdad hay que mostrar con realismo los testículos hinchados de un hombre porque esté preocupado por un diagnóstico que pudiera ser fatal? A estas alturas, no puede ser exhibicionismo. Es un intento soez de provocar al estilo de los
artistas de los ismos de la primera mitad del siglo XX. ¡Han pasado cien años, carajo! Provocar al espectador, intentar producirle sensaciones físicas
repulsivas, hoy es un mero recurso comercial -como los que todos los años se ven en ARCO- demodé.
Me ha costado mucho acabar la serie. No lo habría hecho sino fuera porque, por error, el primer capítulo que vi fue el sexto y último. La curiosidad desatada por saber cómo la serie llegaba a ese final pudo con la repulsión.